El camino cerca del mar y del cielo
Sistema de atalayas
Alrededor de la costa de Tenerife surgen multitud de eminentes elevaciones, en su mayoría conos volcánicos. Desde las cimas de algunas de estas escogidas montañas, enlazados entre sí por la vista, se transmitían mensajes por medio de señales con fuegos.
En 1506 se nombran los primeros atalayeros para defenderse del peor enemigo: el virus epidémico que traían los navíos(1) . Hubo vigías y ”rondas de salud” en posibles lugares de desembarco(2) y “guardias de salud” a las entradas de las poblaciones.
Los barcos a vela, beneficiados de las corrientes marinas y vientos alisios, se acercaban a la isla por la costa oriental de Anaga en el rumbo apropiado para arribar al puerto principal, el de Santa Cruz dónde se instaló la primera torre por los conquistadores, la de Añaza. En esta banda se crearon las vigilancias principales de embarcaciones que supusieran amenazas a Tenerife(3).
Era imprescindible evitar sorpresas de parte de naves de piratas (o corsarios) y de naciones enemigas, que no siempre fueron las mismas: portugueses, ingleses, franceses, holandeses o berberiscos. Además del puerto de Santa Cruz había que cuidar los del norte: el de Garachico y el puerto de La Orotava (Puerto de la Cruz)(4).
La dura orografía insular, las pocas playas y el fuerte mar del norte permitieron que la ciudad principal, La Laguna, por su distancia al mar y altitud, no necesitara de fortificación alguna. Los vigías o atalayeros en las alturas, fueron los ojos de Tenerife, “aguarecidos” permanentemente en “chozos” o “goros” de piedra seca cuando no, simples “socos” mediante un sistema permanente de guardas o velas(5).
En tiempos de alertas, debían encender a diario el fuego llamado “de obligación” para demostrar que permanecían en su puesto. Mal pagados, se les compensaba con terrenos para cuidar sus cabras o para cultivos como los cereales. En pocos minutos, llegaban sus señales a las pueblos y ciudades de toda la isla ampliados con los toques a rebatos de las campanas, como la del castillo de San Cristóbal y «al arma» y «cajas militares», es decir alarma y reba¬to general alertando a las defensas costeras, a torres, castillos y a las iglesias que repicaban para comunicarlos a los vecinos y a toda la población(6).
Todos los avisos que partían de las atalayas costeras acababan en las dos últimas, la de San Roque y la de san Lázaro, a la vista directa a la ciudad principal de la isla, San Cristóbal de La Laguna, y desde donde se podía ordenar acciones para controlar o impedir desembarcos no deseados. Estas dos montañas son las más próximas al casco lagunero y ubicadas justo en la alineación del sol en su recorrido Este-Oeste, que varía de solsticios a equinoccios, coincidentes con el trazado en abanico de las principales calles reales. También forman parte de la ruta circular de más de 30km que hemos propuesto desde La Asociación de La Cañada.
Proyecto Atalarife
Por la tierra, con el aire y sobre el agua
El proyecto Atalarife busca la vida entre aquellas montañas que se escogieron como atalayas de todo Tenerife debido a que eran accesibles, ofrecían amplios horizontes marinos y estaban conectadas entre sí por la vista. La toponimia permite ubicar estas montañas al haberse mantenido casi todas con el genérico “atalaya”.
Los senderistas seguiremos caminos entre alturas, con el añadido cultural de la historia de la defensa de la isla y de los atalayeros que permanecían aislados casi siempre en simples refugios de los que quedan algunas paredes de piedra seca: un patrimonio intangible, una nueva forma de conocer Tenerife.
Pero no sólo vamos a subir a las atalayas de avisos de entradas de barcos sino pasaremos por otros puntos tradicionales de observación o de control de entradas, algunos desconocidos: lugares de vigías y centinelas, de guardas o guardias de salud(7), de colocación de trapos o banderas en alturas con variados fines, de defensa de pastos o cultivos (en especial, del ganado), de vigilancia forestal, de las llamadas fortalezas(8) y sin ignorar algún destacado miradero, vista o asomada.
En esta primera fase, proponemos investigar el recorrido montaña tras montaña con la finalidad de ir creando por etapas jornadas de caminos. Al final, se abordará la vuelta atalayera de la isla.
Esta circunvalación tinerfeña buscará las referencias de las cumbres tradicionales de los vigías. Las de mayor perpectiva de la costa, los mejores sitios de observación panorámica: aquellas montañas más cercanas al mar a la vez que de mayor altitud.
Sobre huellas atalayeras plagadas de relatos, en esta aventura del “anillo insular” de Tenerife, al terminar la última etapa volverás a encontrarte en el punto de salida(9).
Dirigida a ti, montañero confinado por la mar.
Miguel Pérez Carballo
26mayo2021
Asociación Amigos de La Cañada
El trabajo de campo
Un pequeño grupo investiga sobre el terreno las conexiones entre atalayas. Ya hemos realizado una marcha guiada con el GMT (Grupo Montañero de Tenerife) entre las San Lázaro y de Tacoronte. Con motivo de la celebración del día del Medio Ambiente, 5 de junio, haremos:
Circular Mesa Mota:
El Corralete (nueva zona repoblada)-Cañada oriental de Mesa Mota-Camino Real de Las Canteras a Tegueste-Fuente Mota-El Corralete. La primera parte, que forma parte del circuito de La Cañada, coincide además con un tramo entre las atalayas de Catalanes y la de San Lázaro.
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(1) Ya los guanches dispondrían de lugares de avistamiento de barcos.
(2) Puerto, muelle, playa, callao, caleta, fondeadero y amarradero (pris o porís).
(3) Las de avisos a Santa Cruz y La Laguna como fueron: Tafada (sobre Roque Bermejo), el Sabinal (de Anaga o de Anosma) e Igueste (de san Andrés).
(4) A lo largo de los siglos, las construcciones defensivas se levantaron sobre todo en Santa Cruz con una muralla continua que unía diferentes castillos. Además, hubo torres, fuertes y fortalezas como la Casa-Fuerte del señorío de Adeje.
(5) Velas (de vigilar) para divisar velas (trapo de tela para aprovechar la energía del viento) en el mar. Aquí se unen dos etimologías con diferente origen.
(6) Viera dice que «cada día se oían rebatos y asonadas»… colocación de centinelas en puntos estratégicos…»para correr los avisos de los barcos que avisten ante la guerra con Inglaterra», disponiendo que se «habiliten las rozaderas y demás útiles de guerra».
(7) Para contener contagios epidémicos, la “pestilencia”.
(8) Las llamadas “fortalezas” tenían relación con lugares defensivos guanches y alguna luego también fueron atalayas, como la de Tejina Tegmoseque y. Suelen ser “mesas” que sobresalen de su entorno.
(9) La Vereda de la Marina (propuesta en Caminos Estructurantes) también circunvala la isla en la cota más baja, por la misma orilla.